Yo, cocinero.

Muchos, o algunos, de mis amigos me  conocen bien, por el ‘tostón’ que les he dado durante temporadas con mis preparaciones culinarias. Disponía y mantenía activo un blog con entradas continuadas, ‘Comida  para solitarios’.

Todo comienza en un momento de mi vida en el que por circunstancias que no vienen al caso, tuve que aprender hacer comida de olla y cuchara. Al principio, como cualquier parvulito, sólo usaba el horno, el microondas  y veía a los programas, en televisión, de Carlos Alguiñano. Quería aprender a cocinar  y, aunque no fuera un cocinero perfecto, me conformaba con cocinar ‘lo que fuera’ y que su aspecto y sabor te invitara a comer. Mantuve esta práctica durante bastante tiempo y siempre me ‘conformaba’ pensando que con la cocina que tiene ‘el Alguiñano’, comparada con la mía, cualquiera hace comidas  ricas’.

Un día, después de ver preparar comidas durante largo tiempo,  soy así, soy torpón, descubro que ‘el Arguiñano’ siempre empieza las comidas con una sartén en el fuego, tres o cuatro cucharadas de aceite de oliva virgen extra, ajos secos picados muy fino y cebolla en juliana. Lo que metía después en la sartén era lo más sustancioso y a la vez lo menos importante porque pusiera lo que pusiera,  lo que salía de la sartén estaba siempre rico.

Una de mis torpezas, que sigo cometiendo, es comprar libros de cocina. Sus autores son tan remilgados  con las especias que resulta imposible, en una cocina unipersonal, disponer de un stock tan considerable de especias.

Otro día les daré ‘el tostón’  con comidas de cuando no existía el tenedor y utilizábamos los dos, o tres, dedos ‘canónicos’  que tenemos en la mano derecha para coger la carne, que se cortaba a propósito, para depositarla en una vianda de pan que hacía la función de plato. La sopa se serbia en tazones de loza. Las servilletas eran como toallas.

Aunque nos parece un poco ‘guarrete’ coger la comida con los dedos, todavía hay lugares que se práctica.

Tengan un hermoso día.

La cocina de mi abuela


Hola, hoy es 13 de marzo y en ‘ná’ primavera. Hoy se me ha ocurrido hacer lo que, de chiquitín, veía hacer a mi abuela. Cuando la visitaba, una de las cosas que recuerdo con mayor nitidez eran sus comidas. Este recuerdo, me consta, les ocurre a todos los nietos.

Las comidas se confeccionaban con productos de su propio huerto y se cocinaba con lo que se producía en cada época del año, así que, en muchos platos, los componentes eran los mismos con mil sabores diferentes. Podían ser alubias con arroz, con peras verdes, con alcachofas, a la vinagreta y un largo etc.,Entre ellos existía un plato que aun hoy, a pesar de los años transcurridos, se mantiene de forma nítida en mi memoria.

Tengo una imagen de aquella época en la que mi abuela, a primera hora de la mañana, ponía un puñado de paja compactada de trigo en el suelo de la chimenea, le prendía fuego, y junto a ella, humeante y sin llama, ponía un puchero de barro con alubias secas que había mantenido a remojo la noche anterior y lo mantenía, con vigilancia permanente, hasta la hora de la comida. Recuerdo, que diría, huelo, en este momento, el ‘requemao’ que preparaba para incorporarlo al guiso a base de cebolla, ajo, tomate y pimentón. Al final le añadía unos granos de arroz.

Este plato lo recuerdo como algo exquisito, he tratado de confeccionarlo, varias veces, con las nuevas herramientas de cocina, me refiero a la olla a presión, y no he conseguido que se parezca. Hoy, recordando las comidas de mi abuela, he preparado unas alubias de la siguiente manera.

Anoche las puse en remojo, y esta mañana, a las 9 h., las he puesto en una cacerola a cocer, junto con unos cortes de patatas, cuatro dientes de ajo sin pelar, una cebolla cortada en juliana, cuatro hojas de laurel, sal y chorreón de aceite. No he querido emplear un puchero de barro por miedo a que se rompiera en contacto con la placa eléctrica.

He ajustado la temperatura de la placa eléctrica al mínimo, punto uno, mínimo consumo, y he mantenido la olla 6 horas cocinando sin hervir. El resultado ha sido que todo lo que ingresé en la olla se ha mantenido en forma y lugar que ocupaba al comienzo de la cocción, las alubias se han mantenido enteras, no se han roto, a pesar de su terneza y antes de comerlas les he añadido un chorrito de vinagre. Estaban riquísimas.

Después de tantos años, he conseguido descifrar el secreto de la cocina de mi abuela, fuego mínimo, cariño y tiempo.

Como esta forma de cocinar no encierra ningún riesgo, pueden poner la olla, con todos los componentes a fuego mínimo e irse al trabajo, o al cine. Como no hierve, no hay evaporación de líquido, es imposible que se queme por más horas que se mantenga en el fuego. Cuando regresen a su domicilio la comida estará riquísima y a punto. Me ha parecido genial el descubrimiento y a partir de hoy voy a comer, todos los días, platos ‘de cuchara’ confeccionados de la forma que hacia mi abuela.

La medicina está ‘mirando’ y recomendando que comamos los productos que comían nuestros abuelos. Es fácil dejar de comer productos elaborados, con conservantes, antioxidantes y ‘no sé qué mas ingredientes’, aunque la actividad en sus fogones sea incompatible con sus ocupaciones.

Les recomiendo que hagan sus preparados con productos de temporada producidos en el lugar donde vivan. Así nació la vida, con todo lo necesario para que fuera posible, siguiendo las Estaciones de la tierra. Cada Estación nos proporciona alimentos diferentes, variados, y necesarios para nuestro organismo pero en esa misma Estación que se producen. Cuando despertó la vida, aquí, en Murcia, la Naturaleza, imagino, pensó… a estos chicos les voy ‘acondicionar’ esta zona para que puedan producir, cada Estación de verano, tomates, pimientos de bola, morrones, etc., y que los distribuyan por otras ciudades. Después apareció el invento del pimentón y, después, el sucedáneo.

Procedió la Naturaleza, según entiendo, para que tuviéramos una vida sana, a ofrecernos productos de temporada para que nuestra alimentación fuera variada y en el momento justo. Todo este equilibrio, que la Naturaleza cuidó con tanto mimo, ha sido destruido para siempre. Antes los pimientos y los tomates sólo se podían comer en verano, que fue cuando la Naturaleza había decidido como mejor momento para comerlos. Ahora podemos comerlos en ‘todotiempo’. Contemplando estas ‘pifias humanas’ he llegado a pensar si no sería mejor ‘comenzar de nuevo

A todos nos gusta ver en nuestra visita al supermercado, ahora en invierno, cerezas de Chile, de color rojo intenso que, además, son riquísimas o manzanas de Neuquén, Argentina, que son increíbles. Pero no se deje engañar. Allí es verano, y se han desarrollado allí, ahora, para la gente de allí. Aquí, en Murcia, por su temperatura, se ha establecido un ciclo de productos de forma permanente y lo mejor, ahora en invierno, tratando de fruta, es comer naranjas y limones.

Y así, con este trajín, hasta otro día.

Cocina y discoteca

Como he contado en alguna ocasión mi cocina es el centro de operaciones de la Quinta Llao-Llao. Cenicienta de la vivienda, ha conquistado metas increíbles. Además de ser centro de distribución de saludos virtuales a todos mis amigos, funciona como cocina, comedor, sala de reuniones, cafetería, bar de copas, biblioteca, sala de lectura, escritura y meditación, oficina contable, sala multimedia, centro musical y teatro cinema. Es, con mucho, mi lugar preferido. Es ‘un todo en uno’, como una navaja sueca en la que además de navaja incorpora otras herramientas impensables.

Existe un mundo de extrañas rarezas y esta es una más, aunque, personalmente, me siento de lo más normal y práctico. No es fácil explicar, con mediana claridad, la razón de ‘tener todo’ en la cocina siendo mi vivienda grande, confortable y decentemente amueblada.

La cocina se encuentra en la parte posterior de la vivienda, al norte, es una parte noble, con un jardín de césped con olivos centenarios y palmeras.