En más de una ocasión, en mis relatos, los protagonistas han sido Pipo y Kika, mis perros. No lo hago con mayor frecuencia, aunque cada día daría para una historia, porque, a mi entender, para descubrir su mundo hay que quererlos un poquito y convivir, todos los días, cerca de ellos.
Todos necesitamos, por muy huraños o comadreja que seamos, querer y sentirnos queridos, más allá de la familia o las personas.
En mi caso los perros aparecen en mi vida cuando contaba con 70 años por la necesidad de contar con guardianes después de sufrir un robo domiciliario.
Qué ocurre después…. nosotros los necesitamos y ellos a nosotros. Nos conquistamos y se establecen unos lazos muy fuertes de fidelidad imposibles de romper y adquieren la categoría, de fidelísimos compañeros, casi humanos.
Los míos aunque tienen su dormitorio en una habitación independiente de la vivienda todos los días tenemos nuestro primer encuentro en la salida de la cocina, puerta contigua a su dormitorio. Pipo espera a que yo aparezca y salta de alegría mientras apoyándose en las patas traseras y me abraza. Mientras yo lo acaricio dándoles golpecitos desde las paletillas hasta las ancas le digo la siguiente letanía, siempre la misma, que repito varias veces. Pipo es el Pipo más bueno y guapo del mundo mundial y el machote, más grande y más chuli que existe. Termina emocionado y jadeante.
Kika se tumba en el suelo y así la acaricio la tripa y la cabeza. La letanía, siempre la misma, es diferente: Kika es pequeñita pero la más buena y la más guapa. ¡Madre mía, pero que bonita, pero bonita de remate! Cuando terminamos las caricias se levanta y camina con un movimiento del trasero que más quisiéramos poder imitar los humanos.
Todos los días que hace bueno doy un paseo, como terapia de mantenimiento, y cuando ellos descubren que va a comenzar el paseo se alborotan y comienzan con carreras en todas direcciones que no llevan a ninguna parte.
Cuando comienza el paseo Pipo se coloca a mi derecha y Kika en la izquierda. Siguen mi ritmo sin adelantar ni atrasar ni un milímetro. Les cuento historias, casi siempre de caza, en las que ellos son protagonistas por que creo que las entienden. Un día, por ejemplo, les digo: iba paseando con Pipo y Kika por el huerto de los olivos y apareció, de pronto, un gato enorme con unos bigotes enormes, unos dientes y unas garras enormes y Pipo y Kika saltaron sobre él y Pipo le mordió la cola y Kika la cabeza y lo dejaron en el aire, no podía moverse. Se salvó porque grite con todas mis fuerzas Pipo, Kika, soltarlo.
Lo curioso de esta historia es que cuando pronunciaba el nombre de Pipo, este se emocionaba y movía la rabadilla, (no tiene rabo) con gran intensidad, y lo mismo le ocurría a Kika que tampoco lo tiene.
Esta mañana, cuando amanecía, llosco llosquico todavía, (1) he subido la persiana tratando de identificar la algarabía que producían.
Lo primero que han visto mis ojos ha sido un espectáculo. Un perro extraño, de pequeño tamaño, que ha entrado por, entre los barrotes, de la puerta de entrada montando a Kika que se encuentra en celo, mientras Pipo sentado, miraba incrédulo, lo que estaba viendo pegao a sus narices.
El espectáculo me ha alterado más a mí, que a Pipo, que medio desnudo y con todas mis fuerzas, he gritado ¡fffuuueeeraaa! mientras Pipo que ha seguido en la misma posición, como si fuera una estatua, aprendiendo de un jovenzuelo lo que él, con sus años, aún no sabe cómo hacer. Pipo sabe, se lo dice el equipo del se encuentra dotado, que tiene que montar a Kika pero todavía no sabe, a pesar de las veces que lo ha intentado durante todos los años activos de Kika.
Tengan un hermoso día.
En mi Quinta 14-11-2024
blog de pepe arnau.
(1) Los huertanos de las generaciones anteriores a la mía, en Murcia, para indicar el amanecer y el anochecer en esos instantes, entre dos luces, en que ni es noche ni es día.