Casi todos mis amigos, por no decir todos, conocen mi afición a la agricultura ecológica por el tostón que les vengo dando desde hace mucho tiempo. Quiero decir que cultivo las verduras y frutas para mi consumo de forma ecológica, esto es, el único fertilizante que uso es el compost.
La composta es el proceso de la descomposición de los desperdicios orgánicos en el cual, la materia vegetal y animal se transforman en abono.
Por si nunca habías oído hablar del material orgánico, es todo aquel material que se pudre, como la hojarasca, desperdicios de comida, plumas, yerba o pasto, que es la hierba entendida como alimento del ganado.
El pasto aporta energía vital proveniente de la fotosíntesis, elimina toxinas, alcaliniza y oxigena creando un ambiente adverso a los virus. No, que no voy a escribir ni una letra del coronavirus.
El modelo de agricultura intensiva que se está practicando durante años nos está llevando a un callejón sin salida. Todo apunta a que la agricultura industrial que practicamos, a la larga, rendirá menos que cultivos con técnicas más tradicionales.
Uno de los problemas más graves de la agricultura industrial es el abuso de fertilizantes. Los fertilizantes en exceso terminan en los ríos y el mar. En su memoria, imagino, la contaminación del Mar Menor de Murcia.
Con la agricultura industrial lo que hemos hecho es reducir la diversidad genética de nuestros sembrados y los hemos hecho más vulnerables a virus no habituales.
Otro de los efectos que pueden convertir grades extensiones de la Tierra poco aptas para la vida humana son la subida a mayores latitudes de insectos propios de climas más tropicales. Infinidad de virus, bacterias, hongos y parásitos.
Como verán el cambio climático no es sólo que el mar ha subido de nivel, las sequías, temperaturas altas en verano, grandes huracanes o tormentas, etc.
Otro día, a lo mejor mañana, les cuento cómo el mundo se está quedando sin energía.
Tengan un hermoso día.
En mi Quita 28-01-2021