Ayer intenté construir un relato y después de tenerlo muy avanzado lo envié a la papelera. Hacía mucho frío, 2º en el exterior y 21º en el interior, estaba de mal humor, mi ánimo no daba para mucho y no alcanzaba a lo que yo necesitaba. Después subió la temperatura exterior, me animé y me arrepentí del borrado. Las cabecitas, la mía, no andan muy finas y lo peor, creo que es por culpa del corona-virus.
No, no es que tenga síntomas, sólo faltaría eso. Lo que me ocurre es que tengo la conciencia miedosa y sé, intuyo, que si nos ‘agarramos’ es lo último que haría.
Hoy es otro día, día especial de los Reyes Magos y a pesar de llevar todo un año sin pecar ni se les ha ocurrido pasar por aquí. No quiero decir que sean unos ‘siesos’, lo achaco más a problemas de contabilidad que, no dudo, será difícil. Otro tema, bien diferente, es su injerencia en el normal funcionamiento de algunas cosas hasta este día, el suyo. Hace unos días adquirí un libro de un tema raro, como yo. Lo adquirí, no porque no tenga lectura pendiente, lo hice, más que nada, para que los Reyes no tuvieran excusa para no pasar por mi domicilio. Me tranquilizo pensando que, con su poder, lo interceptaron y detuvieron su caminar. No, no han venido, a pesar que el vendedor, sin conocer el poder de los Reyes, me prometió que llegaría justo con ellos.
Con la mañana consumida me siento con ánimo para salir a la calle, 8º a las 12.30 h, mascarilla mediante, en busca de los Reyes, los imagino reponiendo fuerzas en algún restaurante bien surtido. Voy a buscarlos.
En la creencia de que sólo una minoría no haya podido cumplir sus deseos, tengan un feliz día de Reyes.