Buenos días, Huerta.

En los refranes ‘si lo sé no vengo’ y ‘me he equivocado de carrera’ nos apoyamos una mayoría de personas a lo largo de la aventura de nuestra vida.

Para componer un relato, a veces, tengo que exprimir, lo indecible, la imaginación para encontrar una rendija por donde entrar en materia.

Si me hubiera dedicado al periodismo escrito, el radiofónico ni se me ocurre, soy muy torpón, lo de construir relatos seria como andar por casa. Es más, podría escribir varios cada día y mi tiempo siempre seria ‘productivo’.

De la prensa de hoy, y todos los días, salen chispas de todas sus páginas. Todo se encuentra ‘endemoniao’. Todos en contra de todos. Pero no, no voy a intoxicar mi relato, hoy me voy a apoyar en la Naturaleza, que desde siempre es sabia, grande y madre de todas las vidas.

Por anteriores relatos, casi todos mis amigos conocen que vivo en la huerta de Murcia, en el centro de todo: silencio, sol, aire sano, pájaros, muchos árboles y bichos, muchos bichos y bichitos, de todos los colores y tamaños. Es un mundo en el que, a mi entender, el más raro soy yo.

He de añadir que tuve la suerte de nacer en la Huerta y que ella es, para mí, el mejor lugar para desarrollar la vida, a pesar de no poder demostrar si pensaría lo mismo si mi llegada a este mundo hubiera sido en un edificio, de una gran ciudad, en la que apenas entrara el sol, la luna ni las estrellas.

Una de las maravillas que, desde siempre, han asombrado a los humanos, y no es la única, es mirar el Sol, la Luna y las estrellas con los pies en la tierra. Este sencillo acto, mirar la Luna con los pies en la tierra, tierra, está reservado, mayormente, a los huertanos.

Científicamente, el aire puro es un remedio fabuloso y el más natural que conocemos y en este sentido está demostrado que en las zonas boscosas muere menos gente de cáncer. Se puede afirmar que las copas de los árboles son centrales emisoras, que el aire puro contiene ‘elementos anticancerígenos’ y respirar allí tiene el efecto de un elixir curativo.

Este efecto sanador, en alguna medida, también ocurre en la huerta. En la huerta todo ocurre más lento, las horas parecen más largas, duran más y raramente vives la presión de la prisa. Todo es más natural y por eso, creo, que la ciudad, a pesar de que hay de todo, mucho ruido y aire contaminado, ningún huertano cree que es un lugar de deseo.

Pasen un hermoso día.

En mi Quinta, 04-03-2024

blog de pepe arnau

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