El pasado día 22 fue mi 93 cumpleaños.
Nada más normal, como un día más, comida en familia, con toda, aunque no es fácil reunir a personas que su día a día se desarrolla a 4.000 Km de distancia. Sí, también hubo regalitos, soplé velitas y canté, con el coro, ‘es un mucho excelente’ con su ceremonia incluidas.
Pero esta mañana la Prensa, entre el barullo de cosas que publica, me ha llamado la atención una. Un japonés ha desarrollado una forma de rejuvenecer nuestras células. Si, si, has leído bien, las células humanas. Lo primero que ha aparecido en mi mente ha sido, a pesar de la ilusión que mantengo por cumplir muchos más años, ¡ya era hora, repuñeta!
No hay que ser un gran pensante para imaginar que mis células, aunque las ducho todos los días y todo el tiempo (bebo dos litros de agua diarios), se encuentren un poco pasadas de moda y convendría actualizarlas al modelo o versión actual. Siempre, la intención de última versión es corregir errores de la anterior aunque siempre no lo consiga.
Lo más feo de envejecer, creo, es el momento en el que te das cuenta de que tienes delante de ti, más recuerdos que proyectos. En mi caso no es así, mantengo activos, en mi mente, proyectos que, seguramente, nunca realizaré y no por falta de ilusión.
Los proyectos que mantengo activos, a la espera, son igualmente fuente de inspiración permanente porque puedo modificarlos siempre que aperezca la inspiración para ello. Lo curioso, y al tiempo gratificante, es que las modificaciones que te parecen ingeniosas un día, al siguiente, te puede parecer una estupidez.
Cuando llegue el momento que no tenga proyectos, cosas que ver, caras que conocer, libros que leer, entonces pensaré que estoy envejeciendo.
Tengan un hermoso día.
En mi Quinta 25-11-2024