A veces, cuando pienso en mis primeros recuerdos, siempre aparece en mi mente un niño regordete, descamisado, con pantalón corto sujeto con un solo tirante mal colocado, arrastrando una silla para acercarla donde se encontraba su madre para que se sentara y le diera teta. Fue mi alimento durante mis primeros dos años. Y sí, era regordete.
También recuerdo cuando, antes saber andar, me arrastraba por el suelo de la calle, (fuera de la vivienda), espacio compartido con gallinas, pollos y pavos, y me llevaba a la boca todo lo que encontraba, sí todo, y también los manotazos que recibía de mi madre.
Pero el recuerdo más fresco, o con mayor nitidez, se produce cuando a la edad de dos años, el mayor de mis hermanos me llevó a casa de su novia. Piensen que éramos nueve hermanos, yo el penúltimo. Con su conciencia en paz, piense que mi padre lo que mejor hacía, y más fácil, era traer hermanos a este mundo. Ahora, de mayor, le doy la razón, es lo mejor que pudo hacer. Tenía muchos hermanos, que me querían, con quien jugar y querer. Lo recuerdo como una época muy feliz.
El viaje, dos kilómetros, a casa de la novia de mi hermano lo hice en sus brazos. Durante el trayecto entró a un ventorrillo, ‘el ventorrillo de Julia’, comercios de la época que normalmente se encontraban fuera de los pueblos y donde sólo vendían vinos, licores y golosinas, y me compró caramelos.
La entrada a casa de la novia fue por la puerta del patio y lo recuerdo por el sinfín de preguntas que me hicieron. Actualmente, a los niños que comienzan a pronunciar palabras les hacen mil preguntas que no contestan pero piensan, seguro,…. cuan ignorante es la gente.
Entre las preguntas que me hicieron, recuerdo…..quién te ha traído? Mío nene, contesté.
Tengan un hermoso día.
En Quinta 06-02-2022